Sobre cupos, prórrogas, cursos de verano y el cuento de nunca acabar
El año académico ya comenzó y hay varias cosas que pasaron que por algún motivo nos resultan familiares.
Familiares viejos, porque son ya viejos problemas, cómo el bendito asunto de las prórrogas. En nuestra Facultad uno tiene hasta 3 años para rendir un final, teniendo que pedir prórrogas para que no venzan los trabajos prácticos y no haya que recursar la materia.
Esto puede parecer mucho en teoría, pero en la práctica vemos que no es tan así...
Varias de las carreras de FADU cuentan con 12 o 13 materias anuales (mínimo). Ahí, se vuelve una pesadilla acumular finales, lo que a cualquiera le puede pasar, pero sobre todo les pasa a quienes tienen que trabajar y tienen menos tiempo que el resto para estudiar.
Todos los años el mismo tema vuelve al centro de la escena, se arman comunicados, movilizaciones, etc. y finalmente terminan aprobando (o no) las prórrogas.
Desde ya que participaremos de todas esas movidas, y te invitamos a vos también a participar por medio de las asambleas, reuniones, petitorios, en fin, todo lo que se haga para conseguir las prórrogas. Pero eso no quita que nos choquemos con la pregunta: ¿por qué no se busca de una vez por todas una solución definitiva a esta cuestión? Por ejemplo, vemos que la apertura de las mesas de mayo y septiembre puede ser un puntapié para lograr esa solución. Hoy por hoy, dichas mesas sólo pueden ser usadas por quienes cursan como mucho una materia anual… ¿cuántos de nosotros cursa 3 veces esa cantidad de horas?
Por otro lado hay una rama de la familia de esas que suelen arruinar las fiestas: los cupos. Antes teníamos el cupo que se autoimponían las cátedras. Pero ahora también parió la abuela y se incorporó un nuevo miembro a la familia, que es el cupo impuesto desde las autoridades de la Facultad. Así, hay casos de cátedras que pasaron de 500 a 200 alumnos, dejando afuera al resto, sin la posibilidad de cursarla.
Esto se propone como una “solución” a la falta de presupuesto, pero en realidad es una forma de esconder la basura debajo de la alfombra y hacer que los platos rotos los paguemos los estudiantes.
El último integrante es el familiar que promete mucho y siempre nos decepciona a principio de año: los cursos de verano. Cuando se consiguieron en el 2002 los cursos de verano gratuitos (dejando como saldo 3 estudiantes procesados) eran alrededor de 30. Luego, año a año cada vez son menos llegando a unos 5 este año.
El gran ausente... una solución de fondo!
Si todos los años están los mismos problemas con las prórrogas, ¿no será hora de una reforma de los planes de estudios y procedimientos administrativos? Lo mismo con el tema de los cursos de verano y los cupos, ¿hay que resignarse a contar con un magro presupuesto o se puede conseguir el presupuesto que necesitamos? En otras facultades pelearon y ganaron partidas presupuestarias extras, así como en la FADU se pudo evitar que recorten cientos de cargos docentes.
Eso sí, nadie regala nada, para lograr estos objetivos es necesario que seamos muchísimos quienes nos organicemos. En esto entendemos que el rol del Centro de Estudiantes (CEADIG) debería ser fundamental. No sólo para convocarnos cuando las papas queman, sino instalando el debate todo el año y abriendo instancias de participación.
También es importante que efectivamente se convoque a juntas por carrera para que impulsen cambios en los planes de estudios.
Si compartís alguna de estas ideas, o si no las compartís pero nos querés hacer llegar tu opinión, podés escribirnos cuando quieras a larevueltauniversitaria@gmail.com.
Ojalá el año que viene podamos contar en el volante algo distinto y no tengamos que pasar por otro deja vu. Depende de todos nosotros lograrlo
PD: ¿¿Para cuando un comedor universitario??
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