Compartimos una nota que fue publicada en la página del Sindicat D'Arquitectes de Catalunya, que presenta el cuadro de la docencia universitaria en Catalunya en tiempos de precarización (hace años), ajuste y despidos.
A pesar de las grandes diferencias entre la situación económica en España y la Argentina, hay puntos en común en el panorama de la docencia precarizada.
Arquitectura, universidad y precariedad
Celia Marin Vega
España está llena de escuelas de arquitectura, durante el boom de la construcción, o la burbuja del ladrillo, se abrieron escuelas de arquitectura en casi todas las provincias del estado. Esto en la actualidad significa cientos de titulados en arquitectura al año saliendo a un mercado laboral inexistente. No se buscaba la excelencia y la competitividad, se buscaba reventar el mercado, mucha mano de obra y barata. A mayor número de titulados, menos valor tiene un arquitecto.
¿Pero cómo funcionan las escuelas de arquitectura? ¿Cómo se convierte un arquitecto en profesor?
Para ser profesor universitario en pleno derecho, es decir profesor titular, es necesario haber realizado una carrera académica y eso significa lo siguiente:
-Primero, poseer un título de grado superior (6 años si uno es buen estudiante, carece de vida social o posee un buen cojín económico familiar lo suficientemente mullidito para no necesitar trabajar durante ese tiempo)
- Segundo, realizar un máster universitario con su correspondiente tesina (de 1 a 2 años dependiendo del máster)
-Tercero, un doctorado, lo cual incluye escribir la tesis y presentarla (actualmente esto significa un máximo de 4 años)
Una vez conseguido todo esto hay que pasar a la fase de acreditación, un proceso durante el cual hay que demostrar la capacidad investigadora del futuro profesor. Es decir, hay que publicar artículos de investigación – que no tienen nada que ver con artículos de opinión en revistas de divulgación o en dominicales-, participar en congresos frente a otros académicos y presentar trabajos documentados y contrastados – que no tienen nada que ver con asistir a charlas en las que uno habla de sus últimos proyectos enseñando bocetos dibujados en servilletas, o las maquetas que han realizado sus becarios-, participar en publicaciones dentro del ámbito académico o profesionales – que es totalmente diferente a autopublicarse sus propias obras- y además haber dado un mínimo de 5 años de clases en una universidad pública (más si se trata de una privada). Después de todo esto, y sólo entonces, se podrá presentar a una plaza de profesor titular, y entonces ganarla o no ganarla.
Pero para eso es necesario que se convoque la plaza. Actualmente, y debido a la grave situación económica que atraviesa el país y a los recortes presupuestarios que están afectando a las universidades públicas, no se convocarán plazas de profesores titulares durante los próximos años (en algunos casos se han llegado a hablar de 10 años). Esto significa que todas aquellas personas que se hayan estado preparando para este proceso ya sea a base de hipotecarse durante tantos años de estudios o por el contrario que haya conseguido una maravillosa beca de Formación de Personal Universitario (FPU) o Investigador (FPI), en estos momentos no les va a quedar más remedio que echar currículum en otras universidades de otros países (lo que comúnmente se conoce como fuga de cerebros).
Sin embargo hay algo que no es del todo cierto. No es cierto que a partir de ahora no se vayan a convocar más plazas, la realidad es que hace muchos años que no se convocan plazas de profesores titulares. Incluso cuando éramos fantásticos, ricos y maravillosos y abríamos universidades por todo el territorio no se convocaban plazas de titulares.
Hay departamentos en la Escuela de Arquitectura de la UPC en los que hace más de 10 años que no se convoca plaza alguna. ¿Y cómo vive, o sobrevive, una universidad sin convocar plazas de titulares? ¿qué pasa con el relevo generacional, con las jubilaciones y las defunciones? Para todo ello, hay un comodín: El Profesor Asociado.
El profesor asociado es un profesional titulado – no doctor- que es contratado temporalmente por la universidad para que a través de sus conocimientos profesionales y sobrada experiencia laboral dé unas determinadas clases relacionadas con su campo durante un tiempo concreto y a través de un contrato temporal. Ésta es la teórica función del profesor asociado. Esto permite acercar a los profesionales y a las empresas de renombre durante un tiempo a las aulas para compartir conocimiento con los estudiantes, sin necesidad de publicar ni un solo artículo ni asistir a un solo congreso. Su contratación es infinitamente más sencilla que la de un titular, ya que prácticamente se otorga a dedo… o en presencia de un pequeño tribunal en el mejor de los casos, y con previa convocatoria “pública”.
En realidad esto se ha convertido en una sub-forma de contratación barata que infla de personal las universidades. En la escuela de arquitectura de Barcelona de la UPC hay cerca de un 60% de profesores asociados, es decir, personal que en el mejor de los casos cobrará 500 € al mes y en el peor de los casos unos 300 € y cuyo contrato ha de ser renovado anualmente. No son funcionarios pero les afectan todos los recortes de los trabajadores públicos, desde la reducción del 5% hasta la supresión de la paga extra de Navidad. Estos profesores, lejos de ser profesionales de renombre son doctorandos o doctores que esperan su oportunidad para convertirse en titulares, dan clases a grupos enteros, poseen su propio programa de clases, corrigen exámenes, tienen horas de consulta y procuran llevar cierta carrera académica paralelamente por si acaso algún día se convoca una plaza. En su tiempo libre, tienen que buscarse un trabajo con bastante libertad horaria que les permita llegar a fin de mes con algo de dignidad.
Es decir, trabajan como un profesor titular al módico precio de un reponedor del Mercadona.
La universidad se ha ido engordando y engordando a base de estos profesores jóvenes con contratos de mierda a los que el canto de sirena de la vinculación académica, el prestigio curricular y sus energías y buenas maneras les mantienen en su puesto. Se pueden encontrar tanto en el Departamento de proyectos (donde parece que se reproduzcan por esporas, o que prime la consanguinidad), en matemáticas, dibujo, estructuras e historia. Es decir, en todas partes.
Este proceso de precarización del mundo universitario lleva años realizándose y no es nada que tenga que ver con la crisis actual que pasa el país. Los directores de los departamentos parecen despertar ahora del sueño de una noche de verano cuando en realidad hace más de una década que vendieron su herencia por un plato de lentejas, o en este caso por 2 profesores asociados. Porque eso es exactamente lo que valía un catedrático jubilado, o uno muerto: 2 profesores asociados. Es decir, cada vez que hubiese sido necesario convocar una plaza de titular la Universidad ofrecía a cambio 2 plazas de asociados, que sumando los sueldos de los dos no llegarían ni a la mitad de un profesor titular sin antigüedad, pero ambos cubrirán con creces la demanda lectiva (y sin necesidad de –en teoría- publicar un mísero artículo y mantener ninguna línea de investigación abierta).
La universidad de la excelencia es en realidad un todo a 100.
Y ahora que se ha reconocido en voz alta que no se convocarán plazas y que hay que recortar y reducir gastos ¿qué es lo que hace la universidad? Se deshace de la carga más ligera y con menos poderes y derechos: los profesores asociados.
Eso sí, no se echa a nadie. No hay ni un triste finiquito en la universidad pública. Simplemente no se renuevan contratos. Los profesores más jóvenes se van a la calle, o ven reducidos sus contratos al máximo, pero manteniendo de tapadillo las horas porque alguien tiene que dar las clases. Todavía la universidad, ni la escuela de arquitectura ha hecho público el número de profesores asociados que han sido cesados o que han visto su contrato menguado, ni los que viven bajo la incerteza de qué será de ellos el próximo año. Ni tampoco explica por qué en lugar de forzar jubilaciones de profesores que no cumplen su contrato y promover la contratación de jóvenes académicos para ir realizando el relevo generacional, decide echar a profesores jóvenes con un contrato irrisorio que no ofrecen ningún tipo de ahorro real.
Es como si para ahorrar, en lugar de darse de baja del club de golf uno dejase de comprar papel higiénico.
Artículo de Celia Marin Vega
Profesora asociada de la ETSAB, Departamento de Composición.
Profesora asociada de la ETSAB, Departamento de Composición.
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