Arte y espacio público: prácticas, tensiones y disruptividades

Reproducimos nota de ANRED que reproduce nota de Vitamina C que repr... ah, no, es de ellxs la nota.
Trata sobre algunos aspectos de la relación entre Arte y Política, cuestión que anda desvelándonos hace tiempo.






Decimos que el arte es político, y que como tal, debe aportar a un proceso de cambio de la sociedad. Por eso nos proponemos pensar el arte en el espacio público, como espacio de disputa y resistencia. A continuación, presentamos una entrevista a Matías López, comunicador social, militante e investigador, que se ha interesado en los últimos años en el análisis de estos y otros temas. (Por Revista Vitamina C)


Por RedAcción - LP


¿Cómo empieza tu acercamiento al estudio de las intervenciones en el espacio público?
Los interrogantes sobre cómo intervenir en el espacio público vienen de la práctica militante colectiva, ya que en varios de los colectivos en los que he participado existió una pregunta sobre cómo intervenir comunicacionalmente en la realidad. En el que más discutimos estas cosas tal vez, y en el que más propusimos este tipo de acciones fue en el colectivo Indymedia La Plata, en el que participé durante seis años, y en el que siempre estuvo presente la idea de salir de la web. En algunos momentos tratamos de hacer diferentes acciones en la calle o en otros espacios para visibilizar al colectivo, y para mostrar que también la comunicación corre por otros lados. Entonces nos propusimos trascender el armar notas para subir a un sitio, y empezamos a hacer algunas actividades, como jornadas culturales o fiestas temáticas, con algún sentido de encuentro, pensando al encuentro como un espacio para comunicar. Así surgió la propuesta de participar de la Muestra Ambulante que organizaba el colectivo La Grieta en Meridiano V. Fue toda una discusión cómo intervenir ahí, porque podía pensarse que era un espacio más para artistas y nosotrxs no nos reivindicábamos artistas.
La primera vez hicimos unas acciones de señalética y esténciles señalando el circuito de la muestra ambulante y dejando interrogantes sobre lo que acontecía en la política local de ese momento. Lo que se quiso hacer fue también contrarrestar la campaña que se llamaba “La Plata, ciudad limpia”, una consigna del intendente Julio Alak, y salimos con la pregunta “¿Te animás a limpiarme?”, hecha por desaparecidxs o asesinadxs en democracia, desde López hasta Fuentealba. La última acción fue más dialógica: hicimos una radio ambulante junto a la gente de Estación Sur: calzamos una radio en un carro tirado a caballo y fuimos recolectado discursos, sentidos, identidades, hablando con vecinxs, con artistas y armando un baile improvisado en la calle con un montón de gente. Fue una intervención donde cruzamos un medio, una mediación como puede ser la radio, con otros vínculos.
En el 2009 tratamos de redoblar la apuesta e hicimos un canal de televisión por un día con la gente de Antena Negra, experiencia que se llamó “Papa Negra TV”. Lo interesante también es que juntamos un montón de colectivos que andaban dando vueltas en La Plata: participó gente de Radio Futura, LULI, Prensa de Frente, la gente del Bondi de Suteba con el programa de radio La Peluca de Sarmiento, mucha gente que activaba en comunicación. Hicimos la trasmisión en vivo, e intentamos establecer un vínculo con la web, para que no quedara solamente en lo efímero de ese momento, sino que existiera la posibilidad también de encontrarlo por Internet. Por otro lado, influyó haber participado del Galpón de Tolosa, que también se preocupó por cómo intervenir en la calle.
Y fue en esa época, 2008, 2009, que empecé a escribir sobre las cosas que estaban pasando en la cuidad, solo o con algunos compañerxs. Me puse a reflexionar sobre la acción política desde la cultura, desde cómo construir el espacio público, sabiendo también que esas prácticas se deben llevar al espacio académico como un espacio para disputar saberes y sentidos sobre lo que es la comunicación y lo que es la política, así que éste fue un proceso paralelo. Creo que la experiencia y la práctica militante tienen que ser un insumo para la reflexión teórica, y que ésta a su vez potencia la práctica.
¿Cómo caracterizás actualmente las intervenciones en el espacio público?
Me parece que hay algún desarrollo mayor de pensar lo público no solamente como un espacio para visibilizar cuestiones, demandas, necesidades y cosas negadas, sino que también hay colectivos que además de pensar que las acciones se tienen que hacer en el espacio público porque hay que visibilizar determinada cuestión, es porque hay que constituir lo público, que lo público no es algo que está dado de por sí. Hay experiencias que proponen reconstruir lo público al definirlo como un espacio no solamente estatal, no solamente ligado con las normas del estado representativo o con sus instituciones, sino que lo público puede ser un encuentro entre pares diferentes, u otras situaciones.
Me parece que en las experiencias de La Plata hay de las dos cosas, y está bueno mantenerlas: pensar a lo púbico como un espacio de visibilización y también como algo que hay que constituir, que no es que ya está dado para siempre y que ya sabemos lo que es. Tenemos que ir recreando el espacio público constantemente y la intervención ahí tiene que generar una nueva potencialidad, democratizándolo, mostrando o reproduciendo otras miradas, otras voces, otros discursos, pero pensándolo también como un dispositivo al que hay que interrogar.
En este sentido, muchas veces la figura del enunciador se diluye y deja de ser tan relevante, mientras quede claro que el que enuncia tiene una posición crítica. Una de las acciones más conocidas en las que se dio esto fue la intervención denunciando el femicidio de Sandra Ayala Gamboa, en la cual no importaba mucho quién enunciaba, sino que la potencia estaba en otro lado. Esta idea del autor se va borrando un poco; algunas veces se borra definitivamente y el autor es anónimo y en otras es un actor colectivo, lo cual viene a cuestionar un poco la idea de autor individual.
Para lo de Sandra me acuerdo que se hizo una vez lo que se conoce como sobreidentificación, que es hacer algo tomando el discurso del otrx. Hubo un colectivo que tomó una boleta de ARBA y la modificó y puso Sarba, armó un banner y lo pegó y propuso llamar al 0800 de ARBApara que la gente preguntara por Sandra Ayala Gamboa. Lo que pasó fue que ARBA ese día tuvo que desconectar el teléfono. ¿Y qué importa quién hizo eso? Lo importante es que genere preguntas: si no sabías quién era Sandra Ayala Gamboa podías averiguar, y si sabías podías tomar una acción.
También entra en juego el plano comunicacional, pensando esas intervenciones artísticas como una herramienta de comunicación. Algunos grupos lo toman como una estrategia de comunicación, como una táctica o una campaña con algunos elementos artísticos. Hay grupos en los que se presenta más bien como tensión, y no les importa que sea una cosa o la otra. LULI te va a decir que lo que hacen es una estrategia comunicacional, simbólica, que piensan cómo operan los símbolos para construir realidad en la esfera pública. Y es más fácil capaz decir que lo que unx hace es una estrategia de comunicación que decir “esto es arte”, porque el campo de la comunicación es mucho más abierto si se quiere, mientras que el campo artístico se constituyó con reglas estrictas y muy pendiente de los cánones, determinados por ciertos actores que dicen qué es arte y qué no lo es.
En muchos colectivos ha operado más como un detonador de la práctica el pensar que lo que se está haciendo es una estrategia comunicacional, una acción política, que tiene elementos del arte y del diseño. Y en otros capaz que no; pensando en otras acciones de La Plata, como lo que hace Luxor, o lo que hace Acra, chicos que se están moviendo más en el ámbito de la pintada callejera, me parece que hay un refuerzo por inscribir esto dentro de cierto campo artístico, no tanto comunicacional, y con algunas dimensiones políticas. Como el problema es que el arte callejero, el streetart, no es algo novedoso, el desafío es cómo innovar en ese campo. La Plata estaba medio huérfana de pintadas artísticas con esa poética, con esa estética. Se trata un poco deponer las reglas del juego en ese espacio, en la pintada callejera. Yo creo que Luxor hoy eso lo hace: es uno de lxs que tratan de marcar la cancha, sabiendo que no es una novedad intervenir en la calle, buscando huecos vacíos, y pensando también en su inscripción en el campo artístico. Porque ese “poner las reglas del juego” en ese micro espacio que es la pintada callejera les permite discutir con la academia y con el campo artístico. El campo del arte va modelando también cuál es el receptor. Cuando uno va a una galería sabe cómo comportarse como espectador, mientras que la intervención en el espacio público vendría a ser más disruptiva, o al menos esa es la apuesta. El problema es cuando el espacio público ya se vuelve un museo más y hay que ver cómo se hace para innovar constantemente, teniendo en cuanta que la intervención en el espacio público tiene bastante trayectoria, y al mismo tiempo ver cómo leerlo como arte.
¿Cómo es la relación de estas experiencias con el Estado y sus instituciones?
Creo que estas prácticas ponen en cuestión al Estado local en relación a sus políticas urbanas y culturales. Vendrían a demostrarle que lo que éste no organiza, lo que no puede gestionar porque no se le cae una idea o porque no le interesa o porque solamente quiere chapear, se puede organizar desde estos espacios. Y muchas de estas movidas demuestran que se pueden hacer cosas que impacten, que generen sentidos, sin la mediación estatal. Me parece que en todo caso la campaña “Ciudad limpia” surge como respuesta a una serie de prácticas que para el Estado local serían vandálicas y que no son consideradas arte, por lo menos para cierto sector.
Estos nuevos colectivos vinieron a ocupar un espacio vacante, que definen como pintadas artísticas, que embellecen la ciudad. Y surge una contradicción con el Estado. Muchxs de estxs artistas fueron invitadxs a participar de la bienal que hizo la universidad hace dos años. Luxor estuvo ahí, organizando al grupo de grafiterxs que intervinieron en la sede Fonseca de la Facultad de Bellas Artes. Y la propia universidad validó esa acción como una obra artística, en el marco de una política cultural de la universidad. Pero a dos cuadras de ahí esta misma gente intervino en la Biblioteca de la universidad y ésta les estampó un cartel que todavía sigue ahí que dice “Cuidemos los espacios públicos de la universidad” y propone un programa de recuperación de las paredes y muros de los edificios de la universidad en contra del grafiti. Entonces la misma institución que valida algo en un lugar, a dos cuadras lo niega y dice que es vandalismo. Es la misma institución la que te dice en mis paredes sí, en mis paredes no. La universidad tiene muchas contradicciones, que son también grietas para operar.
¿Qué opinás del concepto de arte político?
Yo retomo lo que propone Ana Longoni en este sentido, que es correrse del concepto de arte político, y hablar más de arte activista o activismo artístico, ya que al nombrar ciertas prácticas como arte político, estamos dejando a lo político como un adjetivo del arte. Ella propone poner en tensión los dos conceptos y no jerarquizarlos: ni el arte por sobre la política, ni que el arte se transforme en un epifenómeno de un discurso político, de algo que ya está preconcebido, y que el arte venga a divulgar o a difundir algo que ya está decidido en otro lado. Hay algunos colectivos que han empezado a discutir acerca de quién define lo que es arte, porque lo que es la política está más trabajado. Pensando en el espacio social dividido por campos, bourdieuanamente, existe un campo político donde hay agentes que disputan, y son tantos que hasta está más democratizado, más abierto. Mucha gente se puede arrogar que hace política, sobre todo porque desde la vuelta a la democracia hasta esta parte, con bastante debate de por medio, está bastante extendido que la política no es sólo la política representativa, sino que también se activa políticamente en otros campos, en la universidad, en un barrio, en un sindicato. En el arte no pasa esto. Entonces el problema es quién define qué es arte y qué no lo es, que hoy todavía es el campo artístico.
Entonces la idea de los campos se transforma en un concepto y una práctica restrictiva.
Sí, ese es el limitante de la idea de los campos, que existirían con reglas y disputas internas en las que unx puede ocupar distintas posiciones de poder. Nosotrxs no somos el actor que pone las reglas del juego, sino que somos un agente que está en desventaja. Hay que apostar a que los campos no se cierren sobre sí mismos, sobre sus reglas, y su disputa interna por el capital. Está buena la idea de destruir los campos, de licuarlos, creo que va por ahí.
Ante cualquier duda escribinos a larevueltauniversitaria@gmail.com

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